Llevo un tiempo cogiendo los ferrocarriles para ir de Barcelona a Sant Cugat por trabajo. Y cada vez que salgo de la estación me viene a la cabeza la frase que una vez escuché, Sant Cugat es una ciudad que no ha perdido el encanto de pueblo. Me encuentro con la gran zona peatonal del centro que me invita a pasear, a mirar los escaparates, aunque sea de forma fugaz, y sentarme en una panadería donde el cruasán sabe a cruasán y el café a café. ¡Fantástico!
Después de esa parada reconfortante, me reencuentro con una visión que nunca deja de sorprenderme, aparece ante mi el majestuoso conjunto monástico de Sant Cugat, impresionante, robusto y bello. Si tengo ocasión, entro en el claustro, es un remanso de paz y arte, que me recarga las pilas. A veces me he encontrado un claustro más ruidoso, escuelas que van a visitarlo y representaciones teatrales que explican la vida de los monjes benedictinos, pero el efecto en mi sigue siendo el mismo.
Después de hacer las reuniones pertinentes de trabajo, retorno al centro ruidoso de mi querida ciudad Barcelona.
Últimamente me ha dado por hacer una pequeña encuesta, preguntar a personas que se dedican al turismo en la ciudad de Barcelona, a ver si conocen el Monasterio y si lo han visitado. Para mi sorpresa he podido comprobar que para muchos es un completo desconocido. Un desconocido que se encuentra a 20′ de la Plaza Cataluña de Barcelona y que está mucho mejor comunicado que muchos barrios de la Ciudad Condal.
Tengo la gran suerte, de estar trabajando para esta maravillosa ciudad, que me está enamorando y que tiene atractivos que os iré descubriendo poco a poco. Lugares que los barceloneses tienen muy cerca, pero que parece que estén demasiado lejos.
Os dejo unas fotos con permiso del fotógrafo Mané Espinosa, para que podáis comprobar la belleza del Monasterio de Sant Cugat.
Bueno, hacía días que no escribía en el blog. Se lo dedico a mi compañera Cristina Díez @scristinadiez de Soymimarca, que me echa la bronca día sí, y día también.