Mi trabajo, a veces, puede convertirse en un privilegio. He tenido la suerte de colaborar recientemente en el Plan maestro de turismo y por tanto he podido descubrir lugares poco conocidos y vivir experiencias únicas. Simplemente quiero contar de forma muy escueta, no des del punto de vista profesional, sino como viajera, cuáles han sido las mejores impresiones.
Paraguay es el país del agua, surcado por ríos inmensos como el Paraguay, el Parana y el Pilcomayo; obras de ingeniería únicas, como la presa Itaipú, soberbia e imponente. Las reducciones Jesuíticas de Trinidad, Jesús y San Cosme, nos abren el mundo de las misiones, fundadas por la Compáñía de Jesús cuyo cometido era evangelizar a los pueblos indígenas, los vestigios del pasado conviven con los bellos y sencillos pueblecitos que los acogen. Una de las experiencias más bellas ha sido ver el amanecer en el Chaco Seco, en la zona de las lagunas saludas y poder sentir el despertar de la naturaleza, cuando las aves aparecen sigilosamente hasta crear un espectáculo fantástico. En la observación de aves nos acompañó el guía mennonita Hans, un verdadero placer haberle conocido, la vivencia no hubiera nunca sido la misma si sus explicaciones. Curiosidades como el palo borracho, un árbol curioso que engorda su tronco para retener agua, la cultura mennonita y su impresionante capacidad de organización y trabajo, el idioma guaraní una lengua bella y sorprendente….
Paraguay en definitiva es uno de aquellos países ocultos al turismo, un país amable y sorprendente. Paraguay ha de ser vivido sin prisas, sin pretensiones y con su gente.